lunes, 4 de diciembre de 2006

EL TÚNEL DEL TIEMPO (texto de Ana)

Atilio Miglianelli y Luis Firpo ensayan con Alexis en la torre del castillo, en el primer piso, en la sala que fuera la oficina del jefe de la usina. Desde la torre se puede ver el puerto, los elevadores, los barcos amarrados, el canal de acceso a la bahía, las islas que se agrandan o se achican según suben o bajan las mareas: desde la torre se ve el mar.

Atilio y Firpo en la oficina del jefe de la usina. Atilio fue buzo y trabajó en los laboratorios.
Firpo empezó barriendo y se jubiló como jefe del taller de reparaciones.

Primero Firpo recorre la sala vacía y nos “muestra” el magnífico escritorio de roble barnizado donde ahora solamente queda un agujero por el que entra luz. Y luego, del mismo modo, desde lo alto de la torre, Atilio se vuelve a sumergir en la oscuridad de esos metros de túnel que unían la usina con el mar, y nos hace “ver” que ahí abajo, en el agua turbia encapsulada en ese caño gigante, tenía que moverse con su escafandra, completamente a ciegas, tanteando con sus herramientas y orientándose únicamente gracias a su memoria y a la longitud de la cuerda que lo mantenía unido a la tierra firme.

Atilio a punto de calzarse la escafandra y sumergirse en la ría.

Todos quieren subir a la torre del castillo para ver el mar desde lo alto. Y sin embargo Atilio cuenta una y otra vez el proyecto que da vueltas en su cabeza desde hace un largo tiempo: que se reacondicione el túnel que desde el mar cruza por debajo de la usina, para que sea posible recorrer, a pie, esa increíble galería subterránea, bien iluminada, señalizada y sin riesgos de contusiones. Y debería llamarse, dice, el Túnel del Tiempo.



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