domingo, 10 de diciembre de 2006

ALGUNAS COMPLICACIONES

Unas entradas más abajo comentaba acerca de las elecciones de cada uno respecto a qué y con quiénes trabajar. Jorge Habib comenzó a entrevistar pescadores. Luego de tentar varios caminos, el “elenco” de Jorge en Nadie se despide en White se estabilizó en Juan Califano y Rita Aversano, un matrimonio llegado de Ponza a White en el ’48, tras la guerra. Miguel Mendiondo trabajó con un grupo de ferroviarios que convocamos desde el museo. El requisito era que todos hubieran trabajado en el galpón de locomotoras, y así el elenco se formó con Osvaldo Ceci, Mario Mendiondo, Pedro Caballero y Pietro Morelli. Raúl Lázaro entrevistó bomberos voluntarios y asistió a un par de simulacros. El suyo es un archivo más institucional que personal: en Nadie se despide en White los bomberos ocuparán el parque del predio y entre simulacro y simulacro contarán algunas hazañas dignas de un superhéroe y algunas otras que no tanto, en principio a través de su jefe Néstor Magno (apellido extrañamente adecuado para el rango). Los problemas se plantearon con Alexis Mondelo, Rodrigo Leiva y Natalia Martirena.

Reunión en Ferrowhite. Vivi, Jorge, Natalia, Rodrigo y Analía

Alexis pensaba entrevistar al personal administrativo del teatro de Ingeniero White. El teatro depende de la sociedad de fomento de White y la sorpresa fue... no encontrar personal administrativo. Una sola persona se encarga de todo lo que hay que hacer en el teatro. Esa persona es Gerardo Ciccone, que obviamente no vive de sostener ese espacio. Como Gerardo trabaja en un laboratorio de Bahía Blanca, no cumple en el teatro un horario fijo, sino que le destina los tiempos que le quedan libres, más o menos según esté programada una función o no. Fuimos a ver Gerardo al teatro, hablamos con él, recorrimos el lugar. Pero la idea inicial de poner en escena un grupo se había desdibujado. De ahí saltamos a otro espacio, la ex usina, el castillo en cuyo predio funciona Ferrowhite. Y se convocó a dos personas que trabajaron durante muchos años en el lugar: Atilio Miglianelli y Luis Firpo. No sólo eso, se empezó a acondicionar el primer piso de la torre (cerrado al público por razones de seguridad) para que la escena de Luis y Atilio transcurriera en la oficina del jefe de la usina.

Sarita Cappelletti y Rodrigo Leiva a punto de empezar con Los mareados en el taller de Ferrowhite

Rodrigo Leiva y Natalia Martirena pensaban abordar el mítico mundo de las bailarinas de los cabarets whitenses. En el recuerdo de quienes rondamos los ’40 esos cabarets fueron el escenario del fin de fiestas de egresados. Escenario algo inocente, y más que remoto. El hecho concreto es que hoy los cabarets de White son cualquier cosa menos míticos. No es bien vista la gente que saca fotos en sus puertas, y mucho menos la que se la pasa preguntando. Si como escribía en la primer entrada, hoy White es un paisaje de posguerra, los cabarets son la retaguardia donde cada tanto se produce alguna escaramuza. Un asesinato en uno de ellos la semana anterior a que se organizara una visita terminó por disuadirnos de la conveniencia de tentar otro camino. Abordar el mundo de los cabarets se mostraba como algo demasiado complejo en relación al poco tiempo con el que se contaba. ¿Hacia dónde dirigirse? Algo estaba claro, en este mundo de trabajos portuarios había poca presencia femenina. Rodrigo, que es músico, sugirió el nombre de Sarita Cappelletti, maestra de música de varias generaciones de whitenses y bahienses y pianista oficial del Museo del Puerto. Rodrigo y Natalia comenzaron a trabajar con Sarita.

Natalia Martirena con Maruca Sbaffoni y Rosa Ortiz, ex bolseras

Sin embargo, la presencia femenina seguía en franca desventaja. Y entonces acompañamos a Natalia a Villa Rosas, a ver a Maruca Sbaffoni y Rosa Ortiz, vecinas, cuñadas, y ex trabajadoras de una de las fábricas de bolsas para cereal, de las que había en White varias décadas atrás. Maruca y Rosa ya habían sido entrevistadas por Esteban Sabanes, estudiante de historia con pasantía en el museo, por lo que todo fue muy rápido. Maruca y Rosa ya se veían en uno de los galpones de Ferrowhite, mostrando cómo llegaron a ser la pareja más rápida de la fábrica de bolsas ("nuestro horario era hasta las dos de la tarde, y a las doce ya habíamos terminado todo" Maruca dixit)
Pero, siempre hay un pero, a una semana del estreno la madre de Rosa, convaleciente desde hace un tiempo, es internada en el hospital. Y, obviamente, ni Rosa ni Maruca tienen tiempo ni ánimo para seguir.

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