martes, 23 de enero de 2007

NADIE SE DESPIDE EN WHITE, NI SIQUIERA LOS MUERTOS III (texto de Ana y Nico)

Cada domingo Mario Mendiondo visita el cementerio. Sus repetidos paseos han ido asentando las líneas de un mapa que, afirma, lleva "grabado en la cabeza". Este es un mapa paradójico, ya que no existe al margen de los itinerarios que le dieron origen, ni permite la simultánea contemplación de diferentes espacios que es propia de los mapas ordinarios. Se trata de un mapa adentro de una cabeza. Un mapa así sólo se despliega en el tiempo, en la forma de un relato o de numerosos relatos que el mapa cumple justamente la función de articular.
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Mario Mendiondo en el cementerio de Bahía Blanca


En esta cartografía narrada hay numerosos parientes. Mario habla de "parientes" incluso cuando el vínculo es remoto o difícil de establecer. "Ahora vamos a ir a Chinin, una piba, casada con hijos; al marido de esta chica, encontré la foto [de ella] tirada en el suelo, y le hablé; la hermana se casó con un primo mío..." Tal vez porque nació en una familia que era casi tan grande como un pueblo -"cuando mi viejo murió, mi madre tenia en la panza al número diecisiete"-, Mario necesita a todo Ingeniero White y a media Bahía Blanca para contar su propia historia. "¿Te acordás esa piba que vimos, que murió, que el marido... bueno, acá están los padres, muy amigos de mis suegros..."
La recorrida incluye también a sus compañeros del galpón de locomotoras. Visitamos al "gordo" Amadeo, al "sordo" Capella, a los "gringos" Colanieri y Di Cicco; a un tal Anselmi, que ganó la guita loca trabajando con el guinche, al Coco Arcidiacono, que fue jefe de chapería y a Blanco, que era estopero; a Camacho, Marcaccio, Altairo, Iriarte y Tortosa, a los maquinistas Cesari, Lopez y Aliatta, a las familias Cristini, Natali, Saralegui y Sarcou -todas ferroviarias-, a Morán, que trabajaba en Vías y Obras y su suegro, que era herrero... la lista sigue.

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Francisco Zammattaro, ferroviaro legendario, de frecuente aparición en los relatos de Caballero, Mendiondo y Ceci, entre otros.
Mario no nos cuenta la vida de cada uno de sus compañeros. En ningún lugar se detiene por más de unos minutos. Está mas preocupado por ligar un nombre con otro que por completar la historia detrás de cada nombre. Así, toda una vida se concentra a veces en el recuerdo de un solo detalle. Del famoso Zammattaro: "¿Sabés que hacía este cuando estábamos trabajando? Se sentaba en el martillo. Daba vuelta el martillo y se sentaba encima, capaz que estaba una hora sentado en la zanja, arriba del martillo...". Cada amigo o compañero posee un rasgo único, algo que, podría decirse, "lo diferencia para siempre entre los demás hombres". Lo curioso es que ese agudo sentido de lo singular que condensa en una anécdota o en un sobrenombre, no se explica sólo por los atributos de una memoria individual, supone también, en buena medida, lo que muchos otros alguna vez han observado y contado. "Juan Micone, pobre, miralo, un ojo de vidrio tiene; echó carburo para desinfectar un pozo, una letrina, y... perdió un ojo, pobrecito". También Pedro Caballero recuerda esta historia, y es probable que también la contasen Zammattaro, Marcaccio, Altairo, Iriarte. El mapa de Mario, el relato de la propia historia y el de las historias ajenas, supone, en cierta forma, esta elaboración colectiva.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, soy Antonio Miglianelli, hijo de Rafael quien fuera actor en Bahía allá por los 50. También conocido como Fachenzo el Maldito...¿Quien es Atilio Miglianelli? Abrazo.
miglianelli@speedy.com.ar

Anónimo dijo...

Antonio, Atilio Miglianelli fue buzo en la usina General San Martín. Si vas a una de las entradas de diciembre, EL TÚNEL DEL TIEMPO, lo ves en foto y todo.
¿Fachenzo el maldito existió y estaba en la radio? Es una revelación!!!!! Cuando era chico, cada vez que me mandaba alguna de esas que se mandan los chicos, mi abuelo me decía "¿vos quién sos? ¿Fachenzo el maldito?"
Un abrazo

Anónimo dijo...

que GRANDE el Viejo,
GRANDE MARIO!!!
migue.